Entrevista en... "La Vida del Revés" con Gabriel Ramírez.


Gracias por esta charla, por el rato y poder compartir mi experiencia contigo.

'Si estás involucrado en algo debes dar lo mejor de ti'.

Javier Montes Sánchez-Mincholed es un hombre polifacético, cercano, amable y bueno. Javi Búfalo es, sobre todas las cosas, una montaña de esos valores que tanto echamos de menos en la sociedad actual. Podría parecer, a primera vista, que es una montaña de músculos aunque, dentro de tanto músculo, debajo de tanto tatuaje, encontramos a un ser humano íntegro.


Javier Montes nació en Madrid aunque presume de ser maño, de Sabiñánigo. Allí se crio. Tiene cincuenta y seis años, poco pelo (como el que escribe) y barba frondosa. Pertenece a la familia Sánchez-Mincholed; es uno de los cincuenta o sesenta miembros que quedan vivos en España.


Empezó a jugar al rugby un poco tarde. Había jugado al fútbol, al baloncesto y al balonmano (llegó a fichar por el Atlético de Madrid para jugar al balonmano aunque Jesús Gil arrasó con la sección ese mismo año y dejó sin posibilidades de cumplir el sueño de Javier). Practicó karate (es cinturón marrón). Y un compañero del colegio le invitó a probar el rugby. Comenzó jugando en un equipo fundado por familias de Mirasierra. Ese equipo era el que se conocía como ‘Las Damas Rosas’ (Friki 12-18). Tenía diecisiete años.


‘Llegué tarde al rugby. Después de desaparecer ´Las Damas Rosas’, jugué un año en Arquitectura aunque no tenía mucho espacio para ser titular por lo que decidí cambiar de equipo; y apareció en mi vida el CAU y allí estuve veinte años’.


Otra de las grandes pasiones de Javi ‘Búfalo’ es la bicicleta.


‘Hacía ciclismo todas las temporadas llegado el mes de agosto. Así evitaba llegar en malas condiciones al principio de la temporada del rugby. Pero no era un deporte principal ni mucho menos’.


Le miro (de arriba abajo) y le digo que un tipo tan corpulento no da el perfil de ciclista, que es mucho músculo y mucho peso para subir puertos.


‘Soy la antítesis del ciclista tipo, así es. Los entendidos siempre me preguntan si hago ciclismo en pista. Y es que los ciclistas que hacen medio kilómetro o un kilómetro persecución son verdaderas bestias. Pero siempre confieso que la bici para mí es un divertimento. Y, por cierto, subiendo puertos sí se nota esa constitución física tan marcada, pero en los llanos soy capaz de aguantar cualquier ritmo que me impongan. En categorías amateur, claro’.


¿Por qué ese salto al ciclismo de forma más regular, más intensa?


‘Al dejar el rugby, vivía la vida como si estuviera jugando todavía y eso, como todo el mundo sabe, no funciona así. Me puse en ciento treinta kilos, me fumaba cajetilla y media a diario, no renuncié a la cerveza y terminé sufriendo una hipertensión arterial que casi me lleva para el otro barrio. Los médicos me dijeron que si no cambiaba mi plan de vida iba a tener serios problemas de salud. Me llegaron a decir que me había salvado por los pelos, gracias a los años de deporte, porque eso me había dotado de un corazón a prueba de bomba. La pregunta era ¿qué puedo hacer para cambiar esta dinámica? Correr no (no lo iba a hacer) y un amigo me dijo que probase con la bici más en serio.  Esto fue en 2006 y así fue ese salto’.


Hablo con Javier y siento que cada cosa que hace le genera una enorme pasión. Hable de lo que hable, la mirada brilla.


‘Hago todo con pasión. Mi familia, mi deporte, mis vacaciones, mis amigos. Las cosas hechas con pasión se disfrutan mucho más que cuando se hacen por obligación’.


Esa pasión le lleva a tener experiencias extremas, intensas e inolvidables. Por ejemplo, la Škoda Titan Desert Morocco. Seiscientos 600 kilómetros, seis mil metros de desnivel, durante seis días y seis noches atravesando buena parte del desierto de Marruecos y el Atlas. Desde Boumalne Dades a Maadid. Este evento deportivo lo organiza RPM Sports que, también organiza eventos similares a este en Almería y Arabia. Es un reto de gran exigencia física y mental, algo reservado para muy pocos.


‘¿Por qué esta competición? Llegué a ser director de comunicación de la Federación Madrileña de Ciclismo y de la Vuelta a Madrid, y eso me ha facilitado tener mucho contacto con gente dedicada al ciclismo. Llevaba algunos años intentando acceder a la Titan Desert Morocco y finalmente (había estado a punto de ir dos o tres veces anteriormente) esta vez la oportunidad llegaba gracias a un proyecto solidario. Verás, tengo una amiga que forma parte de la Federación Española de Ciclismo. Se llama Silvia González y hace cuatro años, durante una prueba ciclo turista, tuvo una caída. Al hacer las pruebas pertinentes le detectaron un cáncer. El asunto es que no estaba funcionando nada de lo que iban haciendo los médicos para que mejorase y, por fin, le hicieron un autotrasplante de médula el pasado noviembre. Se planteó entonces un reto que consistía en hacer la Titan Desert Morocco, en superar las seis etapas. Me preguntaron si me apuntaba y, por supuesto, dije que sí. Así que he acudido de la mano de un proyecto solidario’.


¿Nada de competir entonces?


‘En este tipo de pruebas van a competir los cincuenta primeros; el resto vamos a sobrevivir y a llevarlo lo mejor que se pueda. En esta prueba, nuestra fijación era que Silvia terminase y solo esa’.


¿Ha terminado?


‘Lo ha conseguido. Está muy contenta y nosotros tanto como ella. Hemos sido veinte corredores; hemos terminado diecinueve (uno tuvo que abandonar porque le tiraron en una etapa y se rompió la clavícula) y todos estamos encantados’.


¿Cómo de dura es una prueba de estas características?


‘Terrible. Ten en cuenta que los dos primeros días ya acumulas un desnivel descomunal. De dos mil cuatrocientos cuarenta y cuatro metros el primer día y de mil setecientos cincuenta y cuatro el segundo; ciento cuatro y ciento seis kilómetros respectivamente. Eso para empezar no está mal y, después, tienes otros cuatro días al límite. Una barbaridad. Duro, duro’.


¿Sobre la bici hay tiempo para pensar o te da lo justo para salvar la papeleta y salir de la situación?

‘A mí me gusta pensar mucho cuando voy en bicicleta. Si voy solo me encanta hacerlo. En grupo ya es otra cosa porque vas charlando. Y durante esta prueba, he estado solo bastante tiempo. Una de las primeras etapas estuve tres horas solo, sin nadie por delante ni por detrás. En otra etapa, estuve dos horas y pico solo; conecté con gente y volví a quedarme solo… Pienso mucho y procuro hacerlo en positivo. Pienso en la gente cercana, en las cosas del rugby, en cosas con las que puedo mejorar, en la familia, en los amigos, en los que no están… No soy de los que piensan en bajarse de la bici en los momentos en los que estás triturado, siempre encuentro un motivo para seguir dando pedales’.


¿Cómo te has planteado esta competición?


‘Etapa a etapa. Solo he pensado en el día siguiente. Creo que al terminar la tercera etapa pensé ‘yo esto lo termino seguro’. Y la satisfacción personal es inmensa. Es una muesca más en la culata. Ya he hecho algunas cosas parecidas; cuando me hablan de asuntos que no tienen mucha lógica me suelo apuntar. Recuerdo una Madrid-Lisboa que fue tremenda. Una de las etapas de ciento diecisiete kilómetros pedaleando en medio de un bosque de eucaliptos, todo lleno de barro, de noche, un frío que pelaba. En fin, tengo varias experiencias y todas me aportan una satisfacción personal muy intensa’.


¿Qué te traes de Marruecos, qué es eso que más te ha tocado los sentidos?


‘En mitad del Atlas, a mil ochocientos metros de altitud, a treinta y cinco kilómetros de la localidad más cercana, salían niños de la nada, de detrás de las piedras. Con unas chanclas gastadísimas, un pantalón deportivo y una camiseta del Madrid o del Barça, pidiendo chocolate. Entonces piensas en lo privilegiado que eres. Miraba el entorno y no había ni un adulto. Somos privilegiados. Mira, si le dejase a alguno de ellos la bici para que la vendiese, él y su familia vivirían dos o tres años; sin embargo me he vuelto a Madrid, con mi bicicleta y con la imagen en la retina. Me ha impactado mucho. Eso y el ruido de la arena del desierto al pisarla, cuando está cristalizada porque hace un ruido muy peculiar. Me traigo muchas imágenes pero esas dos son las dos que más me han impactado. Y la sorpresa del carácter del marroquí; son encantadores, son cercanos, cariñosos; nada que ver con lo que arrastramos en el ideario colectivo’.


Para un instante, para pensar.


‘La bici me gusta mucho y me ha dado mucho. Ya te he dicho que gracias al ciclismo conseguí superar una etapa difícil de deterioro físico; pero es que, además, me ha proporcionado muchos amigos y conocidos. También algunas caídas por las que tengo una placa y algunos tornillos en el cuerpo’.


¿Te han quedado sueños sin cumplir en el ámbito deportivo?


‘No, creo que todo lo que he querido conseguir lo he conseguido. Mis objetivos siempre han sido a corto plazo. Por ejemplo, al comenzar a jugar al rugby nunca me planteé llegar a la selección nacional, me dije ‘disfruta del juego y deja que sea el tiempo el que te diga dónde tienes que estar’. He estado metido en todos los ajos con los que me he encontrado y he sido muy feliz’.


Le miro los brazos. Y los señalo. Los tatuajes de Javier son muy llamativos. Me dice que en la espalda tiene todo tipo de tatuajes que representan personajes Marvel. Le encantan Spiderman y Hulk. Se ha hecho muy fan de Iron Man y siempre se arrimó al Capitán América. Como tenemos, más o menos, la misma edad (servidor, más cuatro) vamos terminando mientras recordamos aquellos tebeos Marvel tan maravillosos. Y las ‘Hazañaz Bélicas’. Y ‘El Guerrero del Antifaz’.


No quiero acabar sin resaltar algo que siempre me ha llamado la atención de Javier.


¿Cómo deportista has sido tan generoso como lo eres en tu vida personal?


‘Así me educaron y creo que las personas deberían ser así de forma natural. Me enseñaron desde niño que si estás involucrado en algo debes dar lo mejor de ti porque a alguien le puede servir eso que entregas. Siempre me quedo con el último del pelotón me vaya mejor o peor. Si hay que arrimar el hombro se arrima y me siento muy satisfecho si lo hago. Por encima de todo están los valores. Y en eso el rugby ha sido pieza fundamental, me ha enseñado y ha perfilado todos mis valores Es el deporte que más valores enseña, es el deporte que transmite todos los valores que un padre quiere transmitir a sus hijos’.


¿Vienes mejor de la cabeza?


‘No, lo mío no tiene arreglo’.


Entre risas, nos despedimos. Nos tenemos cerca y es una despedida muy de mentira. Nos veremos en cualquier momento. No en la 'Titan' de Almería (es la próxima que quiere hacer), pero sí en cualquier campo de rugby. Eso sí es seguro.


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